La acción de los ‘no músicos’
- PhonoGrafic
- 6 mar 2021
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Según la Real Academia de la Lengua Española, RAE, un músico es: “2. m. y f. Persona que conoce el arte de la música o lo ejerce, especialmente como instrumentista o compositor.” (ASALE y RAE, «Diccionario de la lengua española | Edición del Tricentenario».) Sin embargo, socialmente se mira al músico como un conocedor de la música y sus mecanismos, a diferencia de otros lugares del mundo como Cuba, Indonesia, Francia e incluso algunos pueblos en Oaxaca como Tlahuitoltepec en donde la música es una actividad que acompaña la formación de los individuos desde el vientre materno a través del canto, el baile, o la formación de orquestas comunales, en lugares como la CDMX, la mayoría de los estados y pueblos de México, la música es una actividad para iniciados, muchos de tradición familiar o que surge del interés personal pero no pertenece a la formación básica y se segrega a un pequeño estrato o elite que tiene acceso a ella.
Por otro lado la formación dentro de la música académica se genera de las partes al todo, ya que primero se desarrollan las destrezas motrices para tocar un instrumento, después se empiezan a desarrollar las habilidades cognitivas para interpretar la notación musical y después de este largo proceso se empiezan a abordar piezas sencillas que poco a poco van incrementando la dificultad en la ejecución técnica, para después integrarse tal vez a un conjunto instrumental y seguir desarrollándose dentro del contexto profesional.
Sin embargo esta manera deja varios cabos sueltos en relación a las decisiones que acompañan la formación musical de los individuos por ejemplo, por lo regular la formación musical inició a una edad temprana, lo cual en muchos casos puede tomarse como una imposición y degenerar en una aversión hacia la actividad. Otro de los aspectos es la elección del instrumento, ya que finalmente se inicia con el que resulta accesible, pero cada instrumento es una inversión así que es complicado tener la certeza de que ese es el instrumento al cual van a consagrar horas de ensayo y en muchos casos, la vida entera.
Por otro lado este sistema condena a aquellos que definieron tardíamente su vocación musical orillándolos a optar por carreras relacionadas a la musicología o composición, donde no se requiere del ‘virtuosismo’ técnico para desenvolverse, sin embargo este tipo de decisiones están rodeadas de sentimientos de frustración.
Por estas razones es que pretendo hablar aquí de la idea del ‘no músico’, pero antes es necesario aclarar cosas como ¿Quién es el ‘no músico’? Y ¿Por qué hablar de sus acciones? Para empezar, al hablar del ‘no músico’ nos referimos a dejar de lado la pretensión social de lo que implica ser un músico, el no músico no pretende conocer a profundidad el arte de la música, ni siquiera pretende hacer música, y como cualquier individuo se encontrará con aspectos de lo musical, la única diferencia es que él los interpretará a su manera y de acuerdo a sus necesidades. En diversas escalas ser un ‘no músico’ implica desaprender lo que es la música y tener la disposición para experimentar lo musical desde otra perspectiva, más cercana a lo que es vivir una experiencia. Obviamente para las personas sin previa formación musical les resultará más fácil e intuitiva seguir este camino, sin embargo para los músicos, significa en sentido amplio un desaprender más no olvidar lo aprendido, sino más bien tener la capacidad de mirar desde otra perspectiva los mismos fenómenos, cuestión que solo con una buena disposición se puede lograr.
Así pues las acciones del no músico parten de una idea de lo musical pero hablan plenamente del individuo y de su interacción con lo social. Por lo que esta postura implica desacralizar la práctica de la música, y al contrario de la formación tradicional, implica una inmersión a los elementos de lo musical de lo general a lo particular, apoyado de las prácticas como la construcción, la improvisación individual y colectiva, la composición en tiempo real e incluso la dirección orquestal. Mismas que permiten apreciar de manera panorámica las construcciones de lo musical pero incluso más allá, en relación a los aspectos de aceptación individual, los procesos de organización social, la toma de decisiones y la participación crítica en torno no solo a las necesidades estéticas sino a las necesidades expresivas y de comunicación de los individuos.
La construcción en primera instancia permite acercarse al fenómeno sonoro desde la manipulación y modificación de los objetos, supone experimentar las maneras de producir diversas sonoridades y se perfila como un detonador de la ingeniería individual así como de diversos procesos creativos, la necesidad de buscar y encontrar tanto en las tímbricas como en la espacialización de los objetos diversos motivos que entusiasmen al creador.
Ya que la improvisación es aquella actividad que exige la aceptación de lo sucedido en el ahora, porque permite olvidar la idea del ‘error’, dejando atrás lo que se espera que esté bien o mal, a través de la aceptación de lo sucedido. Restando importancia a las expectativas sociales y a las exigencias personales derivadas de las anteriores. La improvisación brinda la posibilidad de trabajar con las cosas concretas ‘reales’, con las que se cuenta en el presente, entender el momento, el espacio y el contexto en el que se realizan las acciones. Por lo que la improvisación se vuelve un diálogo de las acciones individuales en un actuar colectivo en el que hay aceptación de lo propio como de lo hecho por el otro.
Mientras que la composición en tiempo real requiere de una claridad en tanto a la intención de lo que se quiere hacer, por lo que se trata de articular los acontecimientos de tal forma que aunque no se puedan controlar a totalidad por la complejidad de factores, sí se puede marcar una directriz trazada por el sentido que se le quiere dar a las acciones. Siendo entonces, una acción identitaria que se logra al definir el ¿Qué quiero? Y el ¿Cómo lo voy a hacer?
Y finalmente la dirección orquestal participa también del proceso de la formación del ‘yo’ en el sentido de cómo este se comunica con los demás, al tener que resolver cuestiones relacionadas con ¿Cómo le pido al otro que reaccione de tal manera? Es más ¿Cómo encuentro la resonancia y empatía con el otro para que él con sus acciones me ayude a expresar lo que yo quiero decir? Y en la ejecución orquestal, cómo me dejo guiar por el otro para contribuir a lograr su objetivo, pero también cómo mi objetivo se engarza con su objetivo y el de los demás, lo que nos permite crear un algo colectivo, en fin los hace partícipes de los procesos de organización colectiva y la toma de decisiones, así como de los niveles de participación política dentro de una comunidad.
Con base en esto se puede decir que las acciones de los no músicos están construidas a partir de la capacidad de transformar el entorno, la valoración del presente, la construcción del ‘yo’ y la relación con la otredad. Retoman los principios del orden y la dialógica musical, pero no pretenden ser música, más bien pretender servir como un detonador para encontrar el orden natural de las cosas. Las acciones de los no músicos se acercan de forma lúdica a lo musical de tal suerte que permiten disfrutar de la experiencia estética y sumergirse en la complejidad estructural para descubrir el ‘ser’ creativo de cada individuo, sus habilidades de negociación y liderazgo dentro de entornos sociales. A la par exige y desarrolla el pensamiento y el actuar crítico, en tanto que requiere la constante toma de decisiones, la defensa de posturas propias y la confrontación con posturas ajenas. Por esta razón es preciso llevar las prácticas del ‘no músico’ a un ambiente más amplio que el de la elite musical, con la ventaja de que quien funge de guía para estas no requiere de la larga formación que tiene un músico, ya que su única función es detonar la curiosidad por experimentar con los aspectos de lo musical y detonar los procesos en lo social, y no lo es transmitir ciertos conocimientos. Lo que sí se requiere es de una sensibilidad amplia y contar con las nociones para ayudar a desarrollar la sensibilidad propia a los demás, así ayudarlos a desarrollar la curiosidad por investigar sobre los acontecimientos físicos y sociales que estas prácticas detonan.
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